Es difícil salir de esta CASA donde reina la alegría y el bienestar. Eso es lo que estoy haciendo yo estos días – porque hay puertas que tardan en cerrarse toda una vida – y muchas veces no encuentro las palabras para expresar lo que siento. Llegué allí a trabajar. Por experiencias anteriores, me hice la composición: habría compañeras con las que encajaría mejor; otras con las que menos bien y, al final, cada uno en su casa. Y no habían pasado dos días cuando me di cuenta que aquello no era un lugar para trabajar sino para convivir, para tratar con personas MARAVILLOSAS que en cada día y en cada gesto me enseñaron lo importante que es ser persona.
En el Centro Residencial Villa Santa Teresa de Gotarrendura te acostumbras a relacionarte con el alma. Mis CHICAS (siempre serán mis chicas) reparan tu corazón de los mordiscos que te da la vida; mis compañeras han sido más sanadoras que muchas medicinas que se venden en farmacia; LAS HERMANAS ESCLAVAS DE LA VIRGEN DOLOROSA son un ejemplo de vida aprovechada al máximo, con entrega y alegria de vivir y otras muchas y muchos que allí dejan lo mejor de sí te hacen confiar en el alma de la gente.
En esos años he dejado allí muchos desvelos y esfuerzos, pero no tantos como risas, besos, cariño y emociones. He dado lo mejor de mí, pero sólo es una parte pequeña de lo que he recibido. La vida me lleva ahora por otros caminos en una decisión que nunca fue fácil y en la que el corazón muchas veces se pelea con la cabeza, pero no puedo irme sin daros las GRACIAS por tanto. Nunca es fácil despedirse de un lugar donde has sido feliz y por eso no lo hago porque todas las tiritas que me habéis puesto en el corazón quedarán allí para recordaros siempre. Por eso, no digo ADIOS: digo HASTA SIEMPRE.
ANA TORRES.